Áreas privadas

La sostenibilidad en la industria

La sostenibilidad en industria ha ido ganando peso poco a poco, hasta convertirse en una cuestión crucial de la lucha contra el calentamiento global. En este sentido, las empresas de todo el mundo han venido incrementando su nivel de concienciación a lo largo de los últimos años. Sin embargo, muchas organizaciones no saben qué medidas adoptar para reducir su huella ecológica; y, en otros casos, la viabilidad de esta clase de intervenciones en pos de mejorar la eficiencia energética se pone en entredicho a causa de los costes asociados a la reconversión industrial.

Avanzando hacia una industria sostenible

En pocas palabras, una empresa es sostenible cuando puede satisfacer sus necesidades sin socavar la capacidad de las generaciones venideras para cubrir las suyas propias. Para conseguir pertenecer a esta categoría, las organizaciones aplican un cóctel de medidas que acaba rediseñado por completo su modelo productivo y organizativo. Apuestan por la eficiencia energética y el uso de energías renovables; implementan la cultura del reciclaje y el recorte de recursos; procuran reducir sus emisiones de gases a la atmósfera y mejoran el tratamiento de sus aguas residuales, y un largo etcétera. No obstante, muchos expertos coinciden en que no existe una única receta que puedan aplicar las empresas para cumplir sus objetivos de sostenibilidad, sino que cada sector afronta sus propios problemas.

Sin duda, la tecnología tiene un papel crucial en esta revolución y, en muchos casos, supone un recurso troncal que permite la transformación de las empresas en iniciativas más sostenibles. Lo que se conoce como industria 4.0, término que refiere el aprovechamiento de la inteligencia artificial y últimas tecnologías de comunicaciones en el plano productivo, es la respuesta por parte de las industria global a estas nuevas necesidades de optimización. Un aspecto que ha redoblado su importancia a partir de la inestabilidad en la cotización de los valores energéticos tradicionales en el mercado de materias primas y, especialmente, tras el significativo impacto en la salud de los ecosistemas propiciado por la generación industrial inmediatamente anterior.

Si entendemos la sostenibilidad industrial como una filosofía que pretende conservar la capacidad productiva de las compañías a largo plazo y ofrecer vías permanentes de diversificación en su cadena de valor, este nuevo paradigma otorga otra oportunidad a las organizaciones de contribuir positivamente a la protección del medio ambiente e incrementar sus probabilidades de supervivencia empresarial. De este modo, la industria sostenible deja de ser una condición deseada para convertirse en un potente instrumento que trabaja en nuestro favor.

Esto es beneficioso, por ejemplo, para las comunidades locales que soportan las presión creciente de los proveedores de materias primas y explotadores forestales. Lo es también para el clima de nuestro planeta, principal perjudicado de la escalada industrial del último siglo y cuyo cambio de ciclo forzado se antoja como la mayor amenaza que hemos enfrentado juntos como especie. Y, por último, lo es para los recursos del propio planeta, que se sobreexplotan para mantener un crecimiento económico voraz imposible de mantener bajo otro prisma que no sea el de la optimización.

La solución, en todo caso, requiere de la empresas cierto entendimiento del sistema de contraprestaciones que se ha puesto en marcha para promover una industria más responsable. Por un lado, los gobiernos, que en algunos casos abanderan el cambio de modelo productivo, se afanan en lanzar programas de transformación subvencionados y en otorgar exenciones fiscales cuantiosas para motivar dicha transformación. Por otro, la sociedad, como veremos a continuación, también premia con sus medios las iniciativas de las empresas para conseguir reducir su impacto en el medio ambiente.

¿Por qué la industria productiva debe ser cada vez más sostenible?

A pesar de que en un principio podíamos apreciar la implementación de acciones que motivasen un mejor aprovechamiento de la energía en el ámbito productivo como algo opcional, lo cierto es que a estas alturas se trata más bien de una cuestión obligatoria. De hecho, tal y como señaló el director general y operativo de Eurecat, Xavier López, la sostenibilidad y la transformación digital son los dos mayores retos que afronta el tejido industrial.

En cualquier caso, los beneficios de pasar a un modelo de consumo energético más sostenible son diversos y pueden mejorar su competitividad a medio y largo plazo. Vamos a ver las principales ventajas asociadas.

Ahorro

Según Pere Homs, director del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña, la sostenibilidad siempre debe ir de la mano de la rentabilidad. Como es lógico, una organización debe encontrar motivaciones económicas antes de hacer frente a una inversión de este tipo. Así, la reducción del gasto de energía en industria es una de las razones principales que desencadenan la adopción de nuevos procesos más verdes.

En Linkener, tenemos casos de proveedores  mundiales de elementos y estructuras metálicas para el sector de la automoción  que han sido capaces de disminuir su consumo energético hasta un 15 % a partir de la implementación de procesos propios de la industria 4.0. Concretamente, gracias al  desarrollo de una plataforma online para llevar a cabo la gestión energética de sus plantas de manera centralizada ha permitido este importante recorte en su partida de suministros.

Mejora la imagen de marca de las organizaciones

Las empresas, poco a poco, han ido sincronizándose con el pulso de la calle. No cabe duda de que el movimiento ecologista ha ido ganando peso durante las dos últimas décadas. Y la cuota de mercado cada vez mayor que suponen los millennials, la primera generación plenamente consciente de la necesidad de adaptar el entramado productivo, parece ser la gran motivación de la industria en su deriva hacia la sostenibilidad máxima.

Por tanto, el esfuerzo llevado a cabo por organizaciones de todos los tamaños en esta dirección no obedece solo a razones económicas, sino que intenta encontrar un retorno de la inversión en forma de reputación e imagen de marca. Una imagen decididamente verde y que influye sobremanera en la decisión de compra del cliente moderno. Así, posicionarse en este lado de la balanza y lanzar acciones promocionales que amplifiquen su mensaje parece ser una nueva forma de Responsabilidad Social Corporativa que satisface las expectativas del consumidor actual.

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